Si bien esta serie comenzó a asomarse hace 5 años, cuando cumplí 40, la pandemia contribuyó a acelerar procesos internos que habían entrado en cierta inercia, desconcierto y apatía. Lo que fue una transición dio su salto a mediados del año 2021, tanto en mi vida como en mi obra.
Miedos profundos fueron de a poco escuchados, reconocidos e incorporados en mi interior. El afuera, las relaciones sociales, de amistad, de pareja; fueron espejando las emociones aún no sanadas.
Fui sintiendo, escuchando e intentando buscar respuestas. A veces el dolor desgarraba, otras veces eran dulces tristezas avizorando un remoto renacer. Fui transitando y transmutando, en caminatas, oraciones, silencios, llantos, acompañada de diferentes terapias y oráculos.
Caminar mi tierra ha sido y sigue siendo una de las formas más importantes que encuentro de conexión, de contención, consuelo, transmutación y canalización. Es el beneficio de vivir en medio de la naturaleza y en uno de los lugares más bellos que he conocido, mi amado pueblo de San Javier, en el valle de Traslasierra.
Los cuadros fueron bajando muchas veces precipitadamente en frases o en fantasmagóricas siluetas. Los fui plasmando en orden de aparición. En cada uno de ellos está el relato de la sanación de mi alma en estos tiempos.
De a poco una nueva mujer fue naciendo. La adulta, la que se encamina a la sabiduría, la que elige vivir la segunda parte de su vida con nuevas alas.
Soy tierra que anda, mujer monte, madre, pachamama, y desde mi pequeña aldea intento pintar el mundo. Somos seres espirituales transitando por esta experiencia terrenal. Que el amor nos encuentre siempre en sincronía.
Dolores Mendieta, Junio 2022